Sobre este blog...

Tomo una palabra, una imagen, una idea y en minuto mi creatividad vuela. Mis manos se mueven solas sobre el teclado. Como pianista acelerado. Mis palabras, sólo traducen lo que mi mente crea. La única forma de avanzar, es haciendo. La mejor forma para mi de expresarme es escribiendo.

Artista

viernes, 7 de agosto de 2020

Coincidir en sueños


Dormía para soñar. Dormía con el fin de que algún sueño la lleve a estar junto a él una vez más.

Tenía la convicción de que si lo pensaba durante el día, la noche se lo traería a sus brazos. Pero no era así. Algunos días lo pensaba recordando los mejores momentos que vivieron juntos. La tarde andando en bicicleta en el parque, los días fugitivos en la playa, las veces que reían juntos y hasta los silencios que compartían sólo mirándose a los ojos. Y a pesar de ello, a la mañana siguiente María se levantaba con un enorme enojo. O porque no recordaba los sueños con claridad, o porque el cansancio la llevaba a un plano tan profundo que no le permitía soñar o simplemente porque eran otras personas las que venían de su inconsciente. De todos modos, los sueños más horribles y que encima recordaba, eran las pesadillas. Y en esas no estaba él tampoco.         

Cada noche al cerrar los ojos, repetía: Hoy ven a mí. Pero aunque lo llamase, él no aparecía. Y durante el día volvía a pensarlo. Las caminatas por el barrio, las cenas familiares, las tardes de verano en la pileta, las noches de vino y películas. Pensaba en su particular voz, en su forma de reír, de mirar, de caminar y expresarse. Pensaba en cada detalle.  A veces no sabía exactamente para qué. Si lo pensaba para soñarlo, o lo pensaba para no olvidarlo. Porque el tiempo nos juega una mala pasada en la mente. Es como el borrador que va limpiando la pizarra. Como cuando un profesor deja escrito en el pizarrón y los días pasan y la tiza va perdiendo su color, su nitidez. Y un día no sabes si realmente lo viviste o lo imaginaste, tener que recurrir a una foto para recordar… Hasta ser borrado completamente. El tiempo…. Que personaje crucial de nuestra vida.

Los días pasaban, pasaban los meses, y él no aparecía. María no podía entenderlo. Soñaba a veces con cosas mezcladas, cosas sin sentido. Soñaba con cosas que no conocía, con cosas banales. Soñaba con la hermana, con el perro, con la facultad, el trabajo y con amigos que no veía hacía años, pero no con él. Por qué, por qué no con él. María se comenzó a preguntar si quizá no lo soñaba porque él no quería ser soñado. Quizá era él el que no quería ni verla en los sueños.

Entonces recordó la última vez que lo vio. Esa discusión amarga y dulce a la vez. Sí, esa discusión agridulce, que entre frases como “te amo” había muchos “por qué”. Y había lágrimas, reproches y también besos, intensas miradas y abrazos. Recuerda esa última vez que se vieron con mucha exactitud. Para María la pizarra de esa noche, estaba escrita con un indeleble. Puede recordar incluso hasta cómo estaba vestida y qué llevaba en la mano. Y lo que llevaba, era una máquina de escribir antigua que no funcionaba. Ahora María suponía que el destino le decía que esta historia se dejaba de escribir… Porque… ¿No funcionaba?

Pero cuando una persona fue muy importante en nuestras vidas, no se van así como si nada. No nos dicen “adiós”  y se desaparecen. Las personas que fueron importantes en nuestra vida, nunca se van. Sus sombras caminan al lado nuestro siempre.

 María no puede evitar las lágrimas en sus ojos cuando recuerda esa última vez. “Hablamos cuando estemos más tranquilos”. Pero esa conversación nunca llegó. Y quizá ese sea el motivo por el cual ella quiera soñarlo. Quiere hablarle. Quiere decirle. Y este también, quizá era el motivo por el cual él no quería ser encontrado.

María pensó entonces en la posibilidad de encontrarse en sueños. ¿Sería posible comunicarse a través de los sueños? ¿Y si los inconscientes de dos personas son capaz de coincidir en tiempo y espacio más allá de nuestra conciencia? María pensó que,  si él la rechazaba tanto, quizá era la razón por la que no aparecía en sus sueños. Esto empezó a tener sentido para María. Entonces se resignó. Dejó de querer soñarlo. Quizá lo que le dijo esa noche “No me busques, cada cual debe seguir su camino” También incluía los sueños.

Que irónicas son las relaciones. Mientras las cosas están bien, dos personas son inseparables. Cuando comienzan a ir mal, de golpe son dos desconocidos. De un día para el otro, dejaron de existir. Sólo se llevan con uno en la memoria. Este hecho real más la enojaba a María. ¿Por qué el amor debe convertirse en indiferencia? María tenía la certeza que después del amor, nace otro amor desde el desamor. Tal vez… para María era muy importante saber cómo estaba él. Poder hablar como dos seres que todavía existen en este mundo. Porque no estaban muertos, a pesar de que se habían enterrado.

Pasaron los años. El tiempo ya había borrado la pizarra. Los recuerdos ya eran frágiles, pasajeros, esporádicos. Y a pesar de todo, algo dentro seguía latiendo. Porque… el tiempo puede permitir el olvido de los recuerdos, pero nunca jamás lo que las personas nos hicieron sentir.

Ya María había abandonado la idea infantil de encontrarse en un sueño. Su vida continuó, como continúan todas las vidas luego de un amor. “Nadie muere por amor” se dijo una vez, y lo comprobó. Ya era adulta, ya era consciente, pero sobre todas las cosas, ya había aprendido.

A lo largo de esos años, María ya lo soñaba. Seguramente él también había abandonado los recuerdos y el sentimiento que los unía. Al principio fue amor, luego dolor, melancolía y luego… nada. Quizá él ya había bajado las barreras, y le permitía a ella soñarlo. La teoría de María quizá era cierta, o no, quien sabe.

Los sueños de María eran surreales. Estaban juntos en algún lugar, pero no eran pareja, en otros sueños se veían pero no conversaban, en otros sueños apenas eran conocidos de alguien más. En ningún sueño eran ella y él. Él y ella como en los viejos tiempos. Reales. Palpables, juntos.

Pero una noche, quizá la menos pensada, sucedió. Lo soñó real. Él estaba enfermo, tendido en una cama, dolorido, sudado. Ella se acercaba y le decía que se relaje, que ya había llamado al médico, que estaba todo bien. María estaba ayudándolo y él… él estaba confiando en ella… como alguna vez confió. Él le pedía que no se vaya, que se quede, que lo abrace, que necesitaba sentir su calor una vez más. María con dolor lo abrazaba, aunque se decía por dentro “no puedo, ya no puedo” pero también decía “besame, besame una vez más”. Y como si él hubiese podido leer su mente dentro del sueño, él la besó. Y estuvieron juntos por unos minutos incalculables en el tiempo irreal. Cuando se separaron ella entonces le dijo. Fuiste hermoso, nuestro amor fue hermoso y siempre lo va a hacer. Lo que vivimos no se repetirá, te quise, Te quise muchísimo. Fui feliz, gracias por dármelo. Lamento encontrarte ahora que ya no puedo.” Él no la juzgó. Esta vez no la juzgó. Simplemente escuchó y sintió sus palabras entre lágrimas, sinceras. Era todo lo que ella quería. Aquel “ya no puedo” sonaba al lamento de la palabra “tarde” que se estaban pronunciando a tiempo.  

Esa mañana despertó y sintió por fin que el corazón ya no apretaba. Sintió por fin aire y liviandad en su pecho. El sueño había descomprimido su pesar. Por fin había podido despedirse. Aunque sólo había sido un sueño.


07.08.2019

lunes, 16 de julio de 2018

La belleza no está en la cima


Su respiración se agitaba cada vez más. Intentaba hacerla más profunda, pero los pulmones ya dolían. Cada vez que intentaba respirar más hondo, sentía que en realidad se asfixiaba más. Como esas contradicciones de la vida, cuando se quiere salir adelante y los obstáculos aparecen con más intensidad.
El cielo estaba totalmente cerrado. Cubierto de nubes grises oscuras y negras, sobre otras grises más claras. Lo único que pensaba él era “que no llueva, que no llueva”. Daba un paso sobre las rocas, otro sobre tierra, esquivaba ramas, avanzaba con firmeza a pesar del esfuerzo. Y sólo se repetía a sí mismo como mantra “que no llueva, que no llueva”. Dio un paso más sobre una roca embarrada. Su pie resbaló y con el otro trastabilló. Soltó las manos de la mochila con el afán de hacer equilibrio y recomponerse en la marcha, cuando sintió la primera gota de lluvia sobre su mano extendida en equilibrio.
Miró al cielo, con rencor. Sintió que las nubes se reían de él. Se movían con la corriente del viento y él sentía que estaban bailando riendo a carcajadas. Entonces detuvo la marcha. Aprovechó a buscar el piloto dentro de la mochila y a tomar un poco de agua. Mientras se quitaba la mochila de la espalda, la apoyaba sobre una roca y revolvía el interior buscando el piloto, negaba con la cabeza. Y se repetía “No puede ser, no puede ser, siempre me pasa lo mismo, siempre es lo mismo”.
Volvió a emprender la marcha. Envuelto él y su mochila en el piloto. Caminaba mirando el suelo, en una actitud de resignación pero también de costumbre. Cada montaña que se disponía a escalar, cada maravilla del mundo que debía subir a ver, él caminaba ligero, pensando en el objetivo, pensando en llegar, imaginando el paisaje que le esperaba. Y también siempre llovió. Sólo una vez logró ver un cielo azul como el océano pacífico. Fue cuando escaló el Gran Cañón. Pero no iba hacia arriba, sino hacia abajo. Así que, allí estaba. Otra vez con el deseo de llegar a la cima. Otra vez con poco tiempo, otra vez, con lluvia, otra vez caminando apurado, otra vez… con la cabeza gacha, mirando hacia abajo.
El piloto estaba pinchado. Seguramente se había enganchado con alguna rama en alguna aventura pasada. El agua se filtraba, dejando que la mochila comience a mojarse. Las nubes continuaban danzando con el viento, y el agua comenzaba a caer con más fuerza aún. Lucas se enojaba cada vez más. “es increíble que cuanto menos quiero que algo pase, más pasa” Se decía a sí mismo balbuceando. Unos minutos más luego de varios pasos, notó que la mochila se hacía cada vez más pesada, que el agua mojaba sus medias y el barro se hacía cada vez más lodo. Se veía casi con la imposibilidad de avanzar, los orificios de la nariz se le abrían cada vez más en busca de oxígeno y él sentía que aunque sus pulmones se llenaban de aire, no le era suficiente para respirar. Pero a pesar de aquello, no abandonaba la marcha. Lucas nunca abandonaba la marcha. Sólo pensaba en la cima.
De repente su pie se atasca entre dos rocas. Hace fuerza para quitarlo. Luego de varios intentos, al fin logra sacar el pie, pero la mochila era ya tan pesada que no pudo mantener el equilibrio y cae con fuerza hacia atrás. De un segundo a otro está todo embarrado, mojado, aquí tirado en el piso y balbuceando “por qué esto me pasa a mí”. Ya no tenía fuerza para levantarse. Ni fuerza física ni mental. Estaba acabado.
Otra vez con la cabeza gacha, la respiración comienza a calmarse y el corazón bajar el ritmo. Lucas se mantiene inmóvil, con la cabeza gacha al suelo. Allí sentado, en silencio, comienza a escuchar el ruido de su respiración, comienza a notar el ritmo de su corazón. Se da cuenta que están coordinados, que se necesitan mutuamente. ¿Qué haría su cuerpo sin la respiración? Qué ¿haría su cuerpo sin su corazón? Están estrechamente conectados. Depende uno del otro. Y por esa razón, bailan al mismo ritmo. “Son como las almas gemelas del cuerpo físico.” Piensa. Luego, se ríe. Se da cuenta que está delirando. No puede creer las deducciones que saca su mente. Se ríe, se ríe más fuerte, y empieza a notar como las células se activan con la risa. El cuerpo entonces entra en calor, y se pone de pie. “hoy voy a llegar, a pesar de la lluvia, riendo”. Y continúa la marcha.
Ríe, y mira al cielo. Ríe y abre la boca, siente las gotas de lluvia que embocan en el orificio y siente el sabor a lluvia. A agua limpia a agua pura. Abre los ojos, las gotas golpean sus párpados y aunque le cueste mantenerlos abiertos, hace el intento. Grita despacio, grita más fuerte y unos pájaros que se refugiaban entre los árboles vuelan hacia arriba. Sacuden las hojas, y un montón de agua cae sobre su cara. La disfruta. La huele. Huele a humedad, a tierra mojada, a briza fresca. Huele. Y por primera vez se da cuenta de que la lluvia tiene olor.
Entonces camina. Camina riendo, y recordando que el sol, también tiene olor. Lo recuerda de niño. De cuando su madre traía la ropa ceca de la terraza. Esa ropa acartonada por el sol que todavía estaba tibia. Y Lucas la olía mientras su madre la doblaba sobre la cama. Él recuerda ese olor, como el olor a sol. La naturaleza entera tiene un aroma… un aroma y un ritmo. Y él estaba bailando con él. Por primera vez  en todas sus caminatas. Quizá no le cuente a sus amigos lo que vio en la cima. Quizá le cuente, mejor aun, lo que vivió durante la subida.
Y de repente, sin pensar en la cima sino en todo lo demás, se encuentra arriba. La lluvia cesa. Las nubes continúan allí. El viento en la altura sin árboles es aún más fuerte, cierra los ojos, éste golpea su cara, la velocidad es tanta que siente que no puede llegar a respirarlo. Abre los brazos, piensa que si se quita la mochila pesada, sale volando.
Está totalmente convencido que no verá el panorama de Río de Janeiro desde el Morro Dois Irmaos. Como tampoco vio el Cristo, ni  Machupichu, la estatua de la libertad y mucho menos Lanin. Pero esta vez, vio todo lo demás. Y ya no le importaba. Porque había caminado tres largas horas viendo la mismísima maravilla que es la vida, más valiosa que tan sólo una imagen para la foto.

M. Belén Ferrer
31-08-2017

lunes, 19 de febrero de 2018

Memorias que no son



La cena está servida en la mesa. Huele a curry a lo igual que todo el departamento aromatizado por el humo de la comida que se esparce por el ambiente con la brisa que se escurre por el balcón.
Chocamos las copas cargadas de tinto. Nos miramos a los ojos, por vos por mí, por nosotros. Por este momento, que como todos, son tan únicos.
Bebemos un sorbo. El líquido baja por la garganta generando escalofrío hasta el estómago. Ácido, frío, seco, profundo.
“La cena es deliciosa” me decís. Deliciosa como este momento, como esta noche sobre la playa. Vacaciones. Esa hermosa palabra que es para la mente más que para el cuerpo.
Estás perfecta. El vestido blanco que insinúa tus pechos, que no los veo pero imagino. Firmes circulares uno al lado del otro. Los imagino bamboleándose sobre mí mientras hacemos el amor.
Una brisa remueve las cortinas. Nos alcanza y nos enreda. Ya no te veo, escucho tu risa, más que risa carcajada con esa voz que me inspira. No te veo pero imagino tu risa con los ojos achinados, los labios rojos mostrando tus dientes blancos. Imagino que el pelo se remueve y uno te hace cosquillas en el cuello.
El viento cesa. Las cortinas se retiran. Cuando abro mis ojos luego de reírme con vos… ya no estás. Todo se diluye en un segundo. Vuelvo a estar solo. Recuerdo que nunca te tuve realmente. Que en realidad ya no sé dónde estás.
Es que a veces necesitamos jugar con la mente. A veces, necesitamos viajar a lugares donde no hemos estado nunca. Sólo a veces.
M. Belén Ferrer.
Enero 2018
http://belenferrer.blogspot.com

miércoles, 25 de octubre de 2017

Despedida

Te escribí una carta de despedida. Deseandote las cosas buenas de la vida.
Te escribí un breve poema de amor que sólo decía "sé feliz".
Escribí que te quería... Que dejaba ir las heridas. Que no tenía rencor porque no había.
No hablé de egoísmo ni de culpa. No hay culpa con conciencia tranquila.
Escribí que comprendía, que sentía tu dolor y que no cerraste heridas.
Te deseé lo mejor. Que lo que sea tuyo vuelva a vos. Y sino, que puedas entregarte al amor.
Escribí que a los enamorados no hay que empujarlos y que nuestras espaldas venían bastante golpeadas.
Escribí con mucho amor. Porque no hay otra cosa que inunde mi interior.
Escribí tantas letras que nunca leí. Fuiste fuente de inspiración, fuente de realización.
Fuiste ese alguien que a pesar de todo lo que mi mente no quería, mi corazón asentía.
Agradecí por ser la chispa en mi vida.
Agradecí por tu presencia y tus ausencias.Agradecí porque no puedo hacer más en esta vida. Por vos y por mí, brinde por nuestra despedida.
Me dijiste una vez que era un sol. Yo también creo que lo soy. Y con vos o sin vos, quiero brillar desde mi interior.


M. Belén Ferrer.

Octubre 2017

sábado, 30 de septiembre de 2017

Soldado de la vida

Soy ese soldado que camina con el resto, pero con su propio paso. Que marcha hacia delante pero que mira a su costado. 
Soy ese soldado que desentona con el resto, el que se viste de colores y sonríe.
Soy ese soldado que incomoda a la gente por ser diferente.
Soy ese soldado que no acata órdenes sin antes cuestionarlas, y que no agacha la cabeza si no está de acuerdo. Sino que sabe decir NO y lucha por sus ideales.
Soy ese soldado que no deja los sueños en la almohada, los saca a la luz para encender el día.
Soy ese soldado que no hulle esperando otra batalla sino que deja su alma para ganarla.
Soy ese soldado que no se rinde. Que no tiene miedo. Soy ese soldado que tiene luz propia, pasión y mira a los ojos.
Soy ese soldado que decidió ser más de la vida que del sistema.


M. Belén Ferrer 

Septiembre 2017

martes, 8 de agosto de 2017

Será SI

Cada tanto me preguntan por ahí... Si me arrepiento de algo en esta vida. Y yo digo que NO. Es incomprensible a veces. No?
Que si herí a gente? Sí.
Que si perdí momentos o personas que no me hubiese gustado perder? Si.
Hubo gente que dejé de querer? Si. Y también gente que me dejó de amar a mí.
Que si juzgo? Sí
Que si hubiese escogido otro camino alguna vez? Si.
Que si cometí errores? Si...
Que si ofendí a alguien alguna vez? Si...
Que si fracase en ocasiones? Si...
Que si no fui responsable cuando debía? Si...
Que tuve tiempo y no lo aproveché? Si...
Si, si y será siempre sí.
Pero jamás me escucharán decir SI a la primer pregunta.
Porque todo, absolutamente cada detalle y caída en mi vida contribuyeron al día de hoy. A mí. Y cómo podría yo, despreciar mi ser.
Todo aquello que funcionó y lo que no, fue bueno para ti. Sólo se necesitó tiempo para entender. La vida es una creación tan grande y la mente humana tan pequeña... Jamás se podrá comprender. Cómo pretendes que entre semejante inmensidad en una mente tan pequeña? Abandona las preguntas. Inhala el futuro, exhala el pasado y respira el presente. Que es un regalo.

M. Belén Ferrer
15-10-2016

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