Cuando me fui de la casa de mi papá para regresar donde viví
toda mi vida, creí que esos días de despertar a las 6 am para atravesar el
pasillo helado hacia la ducha y luego armar el desayuno antes de que todos
despierten para ir al colegio no terminarían, que volverían. Cuando quisiera
nuevamente en primavera sentarme a leer bajo un árbol o escuchar Los Beatles un
día de lluvia oliendo el rico aroma del pasto mojado. Creía sin dudarlo, que
siempre iba a tener mi espacio. Pero no. La habitación luego de unos años quedo
sin una huella de mí. Sólo llena de polvo y recuerdos de tiempos pasados... Es
simplemente que las cosas deben seguir su curso, porque el tiempo no puede
esperar.
La casa de mi mamá
en cambio la pensaba eterna. Era donde había nacido, donde cruzaba en triciclo
del living a la habitación de mis padres, donde papá y mamá estaban juntos y
jugábamos al "kiosco" en las tardes de lluvia junto a mis hermanas
con dos reposeras y una mesa encima de otra. Aunque transformada mil veces; con
cantero, sin cantero, con cochera, con segundo piso, blanca, amarilla o bordó,
con pared o puerta... Era siempre la misma casa. La casa donde compartí
habitación con mis hermanas, jugando al SEGA comiendo galletitas con mayonesa y
hasta incluso viendo entrar a un primer novio en mi vida. Y hasta en el último
tiempo siendo solo mamá y yo aprendí lo que es aferrarse tanto a una mascota,
chula, por los tiempos en soledad.
Pensaba otra vez
absurdamente, que siempre iba a estar ahí para acogerme. Pero nuevamente me
equivoqué el día que decidí dejar La Plata y mudarme a Capital... Pareciera que
las distancias crecen con uno. Fui la última de las tres en cerrar la puerta,
aunque esperaba dejarla sólo entornada. Una vez escuché en una canción....
"siempre que lo desees puedes volver a casa". Pero hoy, al ver mi
adolescencia y mi infancia, mis mejores recuerdos y los más tristes en cajas...
Mi habitación que ya no es mi habitación... Entiendo que otra vez estaba
equivocada. Que la puerta no quedó entornada, se cerró tras de mi sin darme
cuenta. Dejando atrás una gran etapa de mi vida que ya no volverá, comenzando a
entender que mi hogar ahora, es el que yo misma construyo día a día. Y que esa
canción no era mentira. Siempre que se desee se puede regresar a casa. Una casa
virtual, la del corazón.
20/02/2015
M. Belén Ferrer
http://belenferrer.blogspot.com.ar/
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