
Alejarme de la abrumadora ciudad. De los nervios y la ansiedad del día que debería durar 30 horas.
Irme del exhausto deber de cumplir con las tareas mientras la vida se diluye en las costumbres lastimosas del ser humano. Porque el ser humano es hombre de costumbre, hasta de la propia miseria.
Decidiré alejarme de la gente monopolista, capitalista, sumergida en esta sociedad donde no se mira a los ojos.
Me encontrarán donde no importa el tiempo, y basta aprender cualquier oficio o cultura.
Me encontrarán allí donde la caída del sol dura treinta minutos, observando en sus mil ochocientos segundos.
M. Belén Ferrer.
Julio 2012
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